viernes, 5 de febrero de 2016

"El maravilloso Mago de Oz" de L. Frank Baum



¡Saludos, lectores del jardín!

Después de meses de quietud, he encontrado una historia que me apetece analizar y compartir con vosotros.
Otros blogueros y reseñadores (¿reseñadores?, ¿se dice así? Bueno, ya me entendéis) han comentado que a veces no sienten la necesidad de compartir las impresiones que les sugiere un libro y a mí me ha pasado lo mismo últimamente.

No obstante, he tenido que reencontrarme con la literatura clásica-infantil para despertar esas ganas de hablar sobre una obra recién leída.
Como experimenté previamente con “Alicia en el País de las Maravillas”, con “Pinocho”, o con “El Cascanueces”, hay cuentos o fábulas infantiles que contienen grandes enseñanzas o significados escondidos entre sus páginas.
Por eso, cuando abrí la obra de L. Frank Baum, “El maravilloso Mago de Oz” supe que volvería a sucederme. Y no me equivocaba.
Ésta fue la edición que leí, tiene dibujos dentro :)
Antes de empezar, querría dejar claro lo siguiente: es un cuento, un libro para niños y no pretende ser otra cosa. Está escrito con un estilo que no siempre es de agradecer, ya que no adorna ni describe, ni se enrolla demasiado en cavilaciones abstractas. Hay una introducción, un nudo y un desenlace; con aventurillas por el medio que se solucionan en página y media.
No me interesa hablar sobre el género literario ni sobre el estilo, en cambio sí veo interesante reflexionar sobre algunos pasajes que nos pueden dar más de un consejo para la vida.

No sé si es necesario explicar un poco el argumento de “El maravilloso Mago de Oz”, pero por si acaso, ¡lo haré!:

Dorothy vive en Kansas, pero un día un tornado la lleva volando al País de Oz. El cuento nos narra las aventuras que vive durante su viaje hacia la Cuidad Esmeralda, donde se encuentra el Mago de Oz, que (le han dicho) puede devolverla de vuelta a Kansas.
Al viaje se unen el Espantapájaros que desea un cerebro, el Leñador de Hojalata que anhela un corazón y el León Cobarde que quiere valor.

Os traslado un fragmento de la obra en la que el Leñador de Hojalata le pregunta al Espantapájaros por qué quiere un cerebro:

“- No sé lo suficiente – contestó alegremente el Espantapájaros -. Mi cabeza está llena de paja, como ya sabes, y por eso voy a ver a Oz, para pedirle un cerebro.
- ¡Ah! Ya veo. - dijo el Leñador de Hojalata -. Pero al fin y al cabo el cerebro no es la cosa mejor de este mundo.
- ¿Tú no tienes cerebro? – preguntó el Espantapájaros.
- No, mi cabeza está bien vacía – contestó el Leñador -, pero en otro tiempo lo tuve, y también tuve corazón; y como ya conozco las dos cosas, prefiero con mucho tener corazón.

Me parece súper simple y a la vez muy profundo. Cómo expone con esas frases tan sencillas que no somos nada sin la capacidad de amar.
Más adelante, el Leñador se sigue reafirmando:

“- Yo me quedo con el corazón – contestó el Leñador de Hojalata -, pues el cerebro no le hace a uno feliz; y la felicidad es la cosa más importante del mundo.”

Lo más fuerte es que tiene razón, al menos, desde mi punto de vista. Si no quieres a nadie y nadie te quiere a ti, es imposible ser feliz. Hablo de querer en el sentido amplio del término, eh, no sólo respecto al amor romántico.

Os recomiendo que lo leáis, no vais a gastar mucho tiempo en ello y siempre es bonito leer la historia original de una trama que todos conocemos, pero que nos sorprende por detalles que nunca antes habíamos descubierto.
 Por ejemplo, ¿sabíais que los míticos zapatos rojos de Dorothy son en realidad plateados? El autor se pasa todo el libro diciendo que los zapatos son plateados, pero todos tenemos en mente que son rojos porque en la película de Judy  Garland los hicieron rojos para que resaltaran más en pantalla y para sacar más partido al casi recién estrenado Technicolor (o eso he leído por ahí).

“- ¿Soy de veras maravilloso? – preguntó el Espantapájaros.
- Eres diferente – contestó Glinda.”

Este pasaje es especialmente bonito porque Glinda es una bruja buena que le dice al Espantapájaros que será un gobernador maravilloso (no os digo de dónde para no spoilear). El Espantapájaros se asegura de que realmente fue eso lo que dijo Glinda y ella le responde de esa forma tan enigmática.
Mi interpretación es que lo diferente puede ser tan o más maravilloso que lo ordinario. No necesitamos ser todos iguales para triunfar y para ser geniales.

Lo último que os quiero contar es el dato friki: he escrito esta entrada escuchando en Spotify la banda sonora de la película “The Wizard of Oz” de Judy Garland.

Sé que la entrada ha sido sencilla, pero aun así espero que os haya gustado mi contribución sobre el mundo de Oz.

Nada más por hoy, ¡espero volver pronto!

¡Un saludo desde el jardín de las rosas azules!

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