Qué bien sienta eso de terminar las obligaciones
académicas y la carrera. Fantaseaba con el momento en que no tuviera nada en la
cabeza salvo la necesidad de divertirme y me imaginaba distintas formas de
empezar el verano: ir a la playa a lo loco, quedar con los amigos hasta casi
llegar a acosarlos (huid ahora que ya estáis avisados jajajaja), disfrutar del
simple placer de no hacer nada (aún me enteré el otro día de que parece ser que
incluso hay una expresión especial en italiano: dolce far niente) y leer, leer y...leer.
Me parecía bastante importante escoger cuál iba
a ser el primer libro del verano y el primero después de haber terminado la
carrera. El último libro que he leído debió de ser allá por navidad o incluso
hace más tiempo y fue “Entre tonos de gris”. Me gustó mucho y las reseñas que
circulan por ahí sobre él le hacen justicia, pero no me motivó lo suficiente
como para hacer una reseña. No sé si fue por la falta de tiempo o porque a veces
simplemente a una no se le ocurre nada que decir sobre un libro.
El caso es que hice una lista de varios libros
que tenía ganas de leer al comenzar por fin el verano y pensé: “es demasiada
responsabilidad decidir cuál voy a leer primero así que leeré el primero que
encuentre disponible en una biblioteca no muy lejana".
Y fui hasta una biblioteca poco frecuentada y me
hice con “Lola y el chico de al lado”. ¿Y por qué? Porque me apetecía algo
fresco, divertido y del día a día. Y lo encontré.
Para la diseñadora de moda en ciernes
Lola Nolan, las prendas de ropa más llamativas, más brillantes, más
divertidas, más salvajes, siempre son las mejores. A pesar de su estilo
extravagante, Lola es una hija ejemplar y una buena amiga, y tiene
grandes planes para el futuro. Todo en su vida parece bastante perfecto
(incluso su guapísimo novio roquero) hasta que los gemelos Bell se mudan
de nuevo a la casa de al lado.
Cricket Bell ha vuelto y quiere arreglar los problemas del pasado. Y Lola deberá reconocer sus verdaderos sentimientos hacia él.
Cricket Bell ha vuelto y quiere arreglar los problemas del pasado. Y Lola deberá reconocer sus verdaderos sentimientos hacia él.
La autora es Stephanie Perkins, la cual ya
conocíamos previamente por joyitas como “Un beso en París”, no nos defrauda
siendo fiel a su estilo e incluso mejorándolo profundizando más en situaciones,
sentimientos y personajes. Si cabe, soy aún más fan suya desde que descubrí su
paginilla oficial, con incluso listas de canciones que inspiraron las historias
que escribe.
“Un beso en París” es una historia sencilla,
romántica, bonita y fresca. “Lola y el chico de al lado” también, pero tiene un
punto más... ¿reivindicativo? No sé si soy yo que lo estoy flipando pero he
visto mucha más intención, más moraleja, más profundidad que en la historia de
Anna y Étienne. Pero eso no significa que una historia sea mejor que otra, eh,
sino que son distintas. A mí me ha atrapado más Lola y no sé muy bien por qué.
Aunque tengo algunas ideas.
Anna y Étienne
de “Un beso en París” no nos abandonan en este libro sino que nos
asisten como personajes secundarios, y no como terciarios o cuaternarios como
se podía entrever en algunas reseñas. Son personajes con bastante peso en
algunos momentos y ello contribuyó a que sintiera que estaba ante una especie
de segunda parte de “Un beso en París” aunque fuese vista de lejos. Me encantó
su presencia y me sorprendieron súper gratamente en todas y cada una de sus
apariciones (ayyy... Étienne...).
Los padres de Lola son homosexuales. Esa
originalidad y esa ruptura de tópicos me atraparon. Son un abogado y un
pastelero que han cuidado de Lola desde pequeña, los detalles prefiero no
desvelarlos porque es mejor que se descubran mientras uno va leyendo. Son geniales,
súper protectores (aunque a veces se pasan un poco jajaja), simpáticos,
cariñosos y adoran a Lola, por supuesto. Creo que Stephanie ha sabido crear a
dos personajes muy reales, con sus comentarios, sus reacciones y con sus
diferentes personalidades que luego nos resultan tan fáciles de diferenciar.
Lola es especial. Sí, es la típica chica que se
cree feílla y en realidad es súper guapa (cosa que el Chico no olvida
recordarle) y quiere ir al baile del instituto. Que sí. Pero al margen de eso,
mete la pata, se equivoca, es borde con la gente a veces, se confunde, sufre,
se agobia, se enfada etc. Yo he llegado a sentir el agobio de Lola en algunos
momentos y casi he creído sentir el tacto de la tela del vestido de María
Antonieta. He sentido que Lola era real, podría ser cualquiera de nosotros.
Y Cricket. El Chico. Es que es inventor, y a mí
eso ya me mató. Me pareció muy original con sus pelos de punta y sus pantalones
de vestir ajustados. Un tipo curioso ahí donde los haya. A veces me pareció un
poco peliculero de más pero así es el género juvenil romántico: hay cosas que
siempre estarán ahí y la verdad es que ahora justo al comienzo del verano
después de una larga sequía de lectura era justa y llanamente lo que yo
necesitaba.
No es una historia demasiado pretenciosa, sino
que solo quiere contarte cómo Lola Nolan recuerda que estaba enamorada
de Cricket Bell y cómo éste sobrevive al proceso.
Seguiré leyendo todo lo que salga de la cabeza
de Perkins, porque con sus palabras siempre me recuerda que, por encima de
todo, me siguen encantando los finales felices.
¡Hasta la próxima! :D
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