Yo siempre he dicho que hay muchas clases de libros. Creo que cada uno tiene algo así como un propósito o una función y que, si la cumple, se convierte en una obra de arte.
Algunos están hechos para que te enamores del
protagonista y fantasees con la historia de amor en la que te sumerge el autor;
otras veces te crees inmerso en un mundo diferente, repleto de conflictos, de
guerras, de costumbres diferentes que acabas aprendiendo; otros únicamente
tienen la pretensión de entretener y hacer reír un poco tratando de romper la
monotonía de la vida, y después están los que te hacen daño. Pero daño de
verdad.
A veces, en momentos filosóficos como éste, me
pregunto cómo narices es posible que, combinando unos 27 garabatos, seamos
capaces de hacer sentir cosas e incluso de hacer llorar.
El libro del que hoy vengo a hablaros no es un
libro cualquiera. Yo ya lo sabía.
Había leído alguna que otra reseña por ahí y la
sinopsis trazaba un género narrativo: vida “cotidiana” ensombrecida por el
cáncer.
Jobá, pensé. La vida ya es bastante chunga como
para que aún por encima me ponga a leer un libro sobre unos adolescentes que
tienen cáncer. Seguro que será traumático.
Y lo dejé correr así un poco. Toda cobardica.
De esto ya hace por lo menos un año o así, no sé
exactamente cuando se publicó el libro, pero fue sobre esas fechas.
Hace cosa de dos semanas, busqué en ibooks el
primer capítulo (en plan muestra) del libro “La estrella” de Javi Araguz e
Isabel Hierro. Éste no aparecía, pero en su lugar, de entre los resultados, me
apareció “Bajo la misma estrella” de John Green. Y pensé, ¡ay mira! Ahí está el
libro ese que habían dicho que estaba genial aunque era muy dramático.
Me quedé un momento parada, y descargué la
muestra. Leí el primer capítulo y me quedé prendada. Uauh. Tenía que
conseguirlo. Me puse a buscar como una loca por todas las bibliotecas de la
ciudad y lo conseguí sin problemas #adorolasbibliotecasdemicity.
Si me arrepiento de algo es de no haberlo leído
antes por miedo a sufrir. Sí que sufrí. Muchísimo. Más de lo que me imaginaba,
porque, bueno, el libro te va preparando más o menos, pero hay determinados
matices, momentos que golpean muy fuerte y muy adentro.
Sólo sé que hubo un momento en que me costaba
respirar. De verdad. Luego en otro instante tuve que parar de leer porque las
lágrimas me impedían ver las malditas palabras. Repito: con 27 garabatos
combinados...
El libro es sencillo, en realidad. No pretende
más de lo que te muestra. Pero quizá muestra más de lo que pretende, o de lo
que esperaba.
Es una historia que, por todo lo que representa,
por todo lo que transmite, por lo que hace sentir, no olvidaré fácilmente.
No me gusta la sinopsis oficial que hicieron así que, si os parece bien, escribiré yo una menos
spoileante.
Hazel tiene cáncer y también dieciséis años. Los
médicos le han dicho que su cáncer es terminal y que lo único que pueden hacer
por ella es suministrarle un medicamento que ralentiza el avance de la
enfermedad. Va cargando con una bombona de oxígeno por ahí y a sus pulmones les
cuesta seguirle el ritmo.
Vive una vida bastante aburrida y deprimente
hasta que un día, en el grupo de apoyo al que asiste, aparece un chico más o
menos de su edad llamado Augustus Waters que no deja de mirarla.
Hazel es un personaje curioso. No dramatiza su
situación, como sería lo normal o incluso como sería su derecho, sino que
intenta tomárselo con toda la naturalidad posible. Está triste, por supuesto.
Sabe que se va a morir. Eso es tal vez lo más desgarrador de esta novela, que
cada dos por tres están hablando de morirse como si se fueran a tomar un café.
Pero es que es así. En su situación, es lógico que piensen en ello.
Hubo momentos en que Hazel se comportaba fatal
con sus padres, pero siempre se lo perdoné aunque sí que le hubiera dado un par
de contestaciones jeje
En general, me cayó bien. Creo que podríamos ser
amigas, tiene un humor muy guay que te
hace sonreír a lo largo de la novela.
Hazel y Gus |
Hazel y Gus |
Augustus. Realmente creo que no puedo decir nada coherente sobre este personaje, sólo sé que le quiero. Es uno de los pocos personajes masculinos que me han sorprendido saliéndose de un estereotipo de comportamiento en el que creemos que está metido. Es el típico chico guay, tó guapo y tó bueno peeeeeeero no solo es eso. Me ha sorprendido con ideas bastante profundas relacionadas con metáforas que crea él en su cabeza. Suele colocarse un cigarrillo en la boca sin encenderlo sosteniendo la idea que sigue:
Es una metáfora, mira: Pones el arma asesina justo entre tus dientes, pero no le das el poder de matarte. |
Me gusta muchísimo cómo piensa. Es original, es fresco, es vida. Su relación con Hazel se debe en parte a que tuvo cáncer óseo y le amputaron una pierna.
Aunque tiene cualidades que lo diferencian de los típicos chicos protagonistas, cometí el error de pensar que, al fin y al cabo, es el chico protagonista y que, como tal, seguiría una especie de pautas no escritas que más o menos todos los personajes llevan a cabo. Pero me equivoqué. Únicamente se comportó como un ser humano, personaje de ficción o no, en situaciones que presenta el libro.
Sólo diré que el sufrimiento y la desesperación inesperada que se plasman en el libro me sacudieron como un tornado. Ahí lo dejo. Creo que no debería decir nada más.
Sólo diré que el sufrimiento y la desesperación inesperada que se plasman en el libro me sacudieron como un tornado. Ahí lo dejo. Creo que no debería decir nada más.
No debería olvidarme de mi buen Isaac. El gran
Isaac. Es el mejor amigo de Augustus y tiene cáncer ocular. Para haceros una
idea del tipo de humor que tienen Hazel e Isaac os dejo esto:
“Isaac
sonrió.
—Hola, Hazel, ¿qué tal? —me preguntó.
—Bien. Desde que te quedaste ciego, estoy cada día más buena.
—Apuesto a que sí —me dijo.”
—Hola, Hazel, ¿qué tal? —me preguntó.
—Bien. Desde que te quedaste ciego, estoy cada día más buena.
—Apuesto a que sí —me dijo.”
Me
ha gustado mucho como personaje y es un ejemplo de superación personal frente a
las dificultades de la vida, como todos los demás personajes.
Me gustaría hacer una mención especial a los
padres de Gus, de Hazel y de Isaac. Porque, como bien dice Hazel en un momento
del libro, “Solo hay una cosa en el mundo más jodida que tener cáncer
a los dieciséis años, y es tener un hijo con cáncer.”
Leedlo, leedlo sin miedo a que os pueda romper
porque lo hará. Si lo hace es sólo porque es grande y porque tiene el poder de
heriros. Y eso es bueno, os lo aseguro.
Gracias por leerme y hasta la próxima.