miércoles, 8 de marzo de 2017

"El Club de los Poetas Muertos", de N. H. Kleinbaum



No sabía que la historia tuviese origen en un libro. En serio. Pensé que únicamente existía la película y que con ello ya tenían bastante rompiendo nuestros corazones para siempre. Pero no. Se había escrito previamente un libro que, si cabe, rompe en trozos todavía más pequeños nuestro corazoncillo maltrecho.



Sorprende que el libro sea tan fino, tan poca cosa, y que tenga en su interior tanto mensaje, tanta reflexión y que haga tanto daño.

He visto la peli hace años (en el instituto para ser más exactos) y me dejó una sensación agridulce que he vuelto a revivir ahora al leer la historia de Todd, Knox, Charlie, Neil y los demás.
Es un libro para los amantes de la vida, para los que piensan distinto, para los que van a contracorriente aunque les cueste la vida. Sin embargo, es una historia de doble filo para todo aquel que haya podido advertirlo: no sólo nos habla del carpe diem y de exprimirle el jugo a la vida, sino que nos invita a reflexionar si vale la pena llevar esa forma de vida hasta sus últimas consecuencias. ¿Todo en esta vida debe ser moderado, incluso las ganas de vivir? He llegado a percibir un resquicio de moraleja en esta historia, una vocecilla susurrante que advierte: “todo en su justa medida”, “cualquier cosa en exceso nos destruye...”.

 Una de mis favoritas:

Para aquellos que no hayan visto o leído la historia del club de los Poetas Muertos, os cuento un poco el escenario del que partimos:

En el internado Welton para chicos todo se rige por la disciplina, el orden y la tradición. No hay cabida para la improvisación, el arte o el disfrute de la vida, pues los chicos que allí estudian tienen como único objetivo obtener una buena calificación para poder entrar en las mejores universidades de EEUU. Bueno, más bien, es el objetivo de sus padres. Los chicos sólo quieren hacer lo correcto y no contrariar a sus progenitores.

Todo cambia cuando al inicio del curso se les presenta el nuevo profesor de literatura, el señor Keating, interpretado en la película magníficamente por Robin Williams (Rob, we’ll always miss you). Puede que sea porque estoy acostumbrada a ponerle ese rostro, pero no se me ocurre ningún otro actor que pudiera haberle dado vida a este personaje de forma tan brillante.  
El señor Keating trata de mostrar a los alumnos una perspectiva distinta de la vida, invitándoles a que piensen distinto y a comprender el verdadero significado de la poesía.

 Dead Poets Society es una película estadounidense dirigida por Peter Weir en 1989 con guion de Tom Schulman.:

Nancy H. Kleinbaum, la autora de esta novela, nos regala párrafos memorables, como el de la escena en que el señor Keating lleva a los chicos a ver fotos de antiguos alumnos, y refiriéndose a éstos, dice:

            - ¿No habrán esperado demasiado antes de llevar a cabo una fracción de aquello de lo que eran capaces? Al adular en exceso a la diosa todopoderosa del éxito social, ¿no habrán vendido baratos sus sueños de infancia? ¿En qué caminos trillados, en qué mezquindades quedaron empantanados sus ideales? La mayoría de ellos están hoy criando malvas. Pero si escuchan ustedes con atención, señores, podrán oír que les susurran algo. Vamos, no tengan miedo, acérquense. ¡Escuchen! ¿Oyen ustedes su mensaje?
            Los chicos no hicieron un solo ruido, llegando hasta a contener la respiración. Algunos se inclinaron con timidez hacia las fotografías.
            - Carpe diem – murmuró Keating con voz de ultratumba -.  Aprovechen el día presente. Que sus vidas sean “extraordinarias”.

Es desgarrador darse cuenta de la razón que tiene. Vivimos en un mundo en el que, si no vas a la universidad, parece que has fracasado y que tus padres deben avergonzarse de ti. ¿Qué sucede si quieres ser cantante, actor, escritor...? Es difícil llegar a serlo por supuesto, como todo lo que vale la pena en esta vida, pero no por ello tenemos que renunciar a ello, como bien dice Keating.

Por otro lado, la novela también nos ofrece otro enfoque sobre esta reflexión. En un momento dado, Charlie, que es el más temerario de la pandilla, lleva a cabo una gamberrada que puede costarle la expulsión, ante esto, el señor Keating le regala estas sabias palabras:

            Charlie entornó los ojos.
            - ¿Cómo? ¿Así que está usted en el bando de Nolan? ¿De manera que olvidamos carpe diem y lo de sorberle el jugo de la vida y todo lo demás?
            - Sorberle el jugo a la vida no significa que haya que atragantarse con el hueso. Sepa usted que hay un momento para la audacia y un momento para la prudencia, y que un buen marino ha de saber dar bordadas.”

Como es costumbre saludable en este blog, no puedo hablar de un libro sin analizar sus personajes. Los que me han dejado una huella más profunda han sido Charlie Dalton, Knox Overstreet, Cameron, Neil Perry, Todd Anderson, y el señor Keating. Todos ellos por diferentes razones.

                               Las 30 películas que todo docente debe ver:

Charlie es el audaz, el aventurero y a veces el arrogante del grupo. Está muy seguro de sí mismo y nunca se da por vencido. Si tiene que defender una idea, lo hará cueste lo que cueste. A pesar de la vanidad que muestra en ocasiones, es uno de mis personajes favoritos porque es sincero consigo mismo, nunca cambia el rumbo de sus acciones en función de las opiniones de los demás. Él hace lo que considera oportuno y me parece que es uno de los más valientes y locos de los Poetas Muertos.

Knox representa la ternura, la sinceridad y la bondad. Y, en ocasiones, la inmadurez. Sus experiencias amorosas os arrancarán más de una sonrisa y también os darán ganas de darle alguna colleja (quien conozca la historia probablemente sepa de lo que hablo). A lo largo del libro sólo deseas que todo le vaya bien.

Cameron es un personaje que todo grupo social alberga. Siempre hay alguien que es la voz del deber, de la conciencia, que a veces entra en conflicto con la lealtad y con el respeto a uno mismo. No quisiera dar más detalles para no spoilear.

¿Qué puedo decir de Neil Perry? Es la luz que brilla en la desesperanza, en la monotonía de la vida, él cree que ahí fuera hay un mundo mejor que le espera repleto de oportunidades que esperan ser vividas. Es la imagen pura y simple del carpe diem, de un carpe diem tan intenso que es casi imposible de llevar a cabo sin caer en la desgracia.

El señor Keating es el hilo conductor que da sentido a esta historia. Sin él, no habría nudo ni desenlace. Es él quien abre un mundo nuevo a los chicos y les enseña que no todo en la vida es estudiar y trabajar. Les explica que hay cosas que no se puede explicar, como la poesía; y que lo que nos hace únicos es precisamente nuestras diferencias con los demás:

            - Señores, todos llevamos en nosotros este deseo de ser aceptados; pero traten de estimular lo que tienen ustedes de único o diferente, incluso aunque por ello sean tachados de excéntricos.”

Por último, se encuentra Todd, interpretado en la película por un jovencísimo Ethan Hawke.
Para mí, es el personaje que más evoluciona. Comienza siendo un chico tímido, triste, que casi no habla, y acaba reflejando una valentía, lealtad y firmeza que ninguno de sus compañeros es capaz de demostrar. No lo digo como una crítica, pues todos son adolescentes todavía sometidos a la autoridad de sus padres, pero Todd supera todas las barreras.

Sin embargo, considero que todos ellos son héroes. Es muy duro ir a contracorriente y hacer lo contrario a lo que se nos pide para seguir nuestras propias convicciones, sobre todo cuando se es joven. Denota un coraje y una seguridad de la que todos deberíamos aprender.

Señora Kleinbaum, gracias por su novela. No es fácil trasladar una historia así en tan sólo 166 páginas, pero usted lo ha conseguido.